domingo, 19 de febrero de 2017

La linterna mágica



A Batbayar le gusta despistarse un poco de su marido. Él acaba de vender el último grano de la cosecha en el mercado de Ulán Bator. Ella mira telas de seda para un vestido nuevo. Han comprado víveres y ropa para el invierno. Antes de abandonar el mercado, él se para ante un viejo artilugio, que inspecciona mirándolo desde todos los ángulos. «Linterna de cine», dice el vendedor kirguiz, con grandes aspavientos. «Noches felices», añade. Samir mira a su mujer buscando un asentimiento. Cuando se casaron, a los diecisiete años, vieron una película en la capital. Esa gente debe estar escondida detrás de la cortina blanca, pensaron. Ahora el vendedor kirguiz les dice que la gente, en realidad, salía de aquel viejo aparato azul desconchado que trae una especie de fina lámina negra enrollada en su interior.

Khaitar está al norte, a seis horas de camino. Son solo cuatro yurtas al lado de una ruta de caravanas. Los niños los reciben con cómica algazara y enseguida extienden por la aldea terrosa y reseca la noticia de la llegada del extraño aparato. Batbayar se afana enseguida con los peroles. Pronto caerá la noche y la familia espera ansiosa la cena caliente junto al fuego. Samir coloca los víveres y al final vuelve a echar un vistazo a la «linterna de cine», que enciende con un generador. Mientras la coloca sobre una mesa alabeada, varios vecinos van congregándose en la tienda. Acude incluso Maagar, con quien no se habla desde la última cosecha, acompañado de su mujer y de sus dos pequeños. Batbayar sirve un cuenco de oloroso caldo para todos y se hace el silencio mientras Elizabeth Taylor y Paul Newman aparecen sobre una sábana blanca atada a los extremos del caldeado espacio, donde apenas cabe un alfiler.

A la mañana siguiente, Batbayar se levanta muy temprano. Se mira en un trozo de espejo e imagina su pelo y sus ojos pintados, como los de la mujer hermosa que ha salido del viejo aparato azul. Nota que alguien está junto a la puerta y se acerca para abrir. Es la mujer de Maagar que porta un pastel de batata envuelto en un paño. Se lo extiende, con una timidísima sonrisa. Sus ojos parecen diferentes. También ella se los ha pintado como la mujer de la película.