domingo, 25 de noviembre de 2012

La gaviota: una misteriosa visitante en la Budapest de los cuarenta

Título: La gaviota / Autor: Sándor Márai / Editorial: Salamandra / Año: 2011 / EV.: Paladeable

Probablemente no sea éste el mejor libro para iniciarse en la lectura de la obra de Sándor Márai. Nos encontramos aquí con un autor extremadamente amanerado en su prosa, que tras plantear un prometedor arranque, en el que consigue zambullirnos en la atmósfera casi decimonónica del Budapest de principios de los cuarenta, va cayendo luego en una narración con diálogos contagiados de un estilo tan declamativo a veces que más se asemejan a interminables sermones filosóficos que a un coloquio creíble. Márai, que escribió este libro a una edad sospechosamente semejante a los 45 años del protagonista, deja al aire sus excesivos influjos clásicos, y a menudo el lenguaje se aproxima más a un drama shakespeariano que a la literatura moderna que se espera de un siglo XX ya mediado. Pero Márai, después de todo, era un burgués chapado a la antigua que se resistía aun a la evaporación del viejo mundo que pronto engulliría tras el telón de acero. Un apunte, por último, a la edición, en cuyas últimas páginas se multiplican las erratas, como dando la impresión de que hubiese cierta prisa por terminar.


Pulso: desigual muestrario de Barnes

Título: Pulso / Autor: Julian Barnes / Editorial: Anagrama / Año: 2011 / EV.: Paladeable

Estamos aquí ante una colección de relatos cortos de Julian Barnes, elaborada a la manera de una especie de sándwich, en el que lo mejor parecen ser las rebanadas de pan. “Viento del Este” es una buena apertura, y “Pulso”, que da nombre al conjunto, un buen cierre, que contribuye a dejarnos un cierto buen sabor de boca no del todo acorde con la realidad del todo. Entre medias tenemos una sucesión de textos, simples diálogos a veces, muy poco por encima de la mediocridad, en el que Barnes no duda, a menudo, en echar mano de una notable profusión de coloquiales y soeces ramalazos verbales con los que, se supone, trata de barnizar de autenticidad esta especie de cuentos de la vida misma. Y éste es quizá su fuerte, presentarnos, a la manera de Raymond Carver o John Collier, aunque a años luz de ambos, simples fragmentos de realidad, eso sí, tan simples a veces que resulta terriblemente difícil verles cierto sentido ilustrativo.

La boca pobre: hilarante viaje al alma irlandesa

Título: La boca pobre / Autor: Flann O´Brien / Editorial: Nórdica / Año: 2008 / EV.: Recomendable

Recomendable acercamiento al más castizo humor irlandés de la mano de uno de sus más egregios representantes. Libro de lectura plácida en el que O´Brien nos obliga a reír por no llorar, más en la primera mitad que en la segunda, a costa de los más arraigados clichés y estereotipos marcados en el alma irlandesa, en un país aun en los pañales de su independencia, y encharcado, por tanto, en los más rancios excesos del gaelicismo. El abuso de ciertas muletillas, con las que se nos trata de plasmar un espíritu pacato y gazmoño, que no debió ser infrecuente en la paupérrima Eire de principios del XX, consigue cansar por momentos, pero nunca tanto como para desmerecer el más que airoso ejercicio de humorismo, a menudo fabricado con un lirismo disparatado e hilarante.


domingo, 14 de octubre de 2012

Las uvas de la ira: las despiadadas tripas de América

Título: Las uvas de la ira / Autor: John Steinbeck / Editorial: Alianza Editorial / Año: 2012 / EV.: Memorable

En los tiempos que corren, leer “Las uvas de la ira” debería ser casi un ejercicio de obligado cumplimiento en las escuelas, o, más bien, en las universidades. No es nada fácil encontrar una ilustración tan cabal y llena de verismo, de aquello en lo que puede llegar a convertirse una sociedad civilizada cuando sus mecanismos se resquebrajan y sale a relucir la más desnuda versión del capitalismo salvaje.

Esta gran novela del siglo XX participa de la esencia de las mejores road movies, y el movimiento hacia el oeste corre aquí paralelo al ansia de un variopinto grupo de personas, unidos por la fuerza de la sangre, por recuperar su dignidad perdida y ultrajada. California, el verdadero Edén -haciendo un símil con otro de los grandes títulos del autor- se torna el mayor pozo de ignominia y desprecio para esos okies, desarrapados y harapientos, que sufren, en su propia nación, la más feroz suerte de desprecio, en un país implacable en el que el racismo de clases es incluso más poderoso que el de los colores.

El libro puede parecer muy rojo por momentos, dicho ésto sin el menor ánimo peyorativo, sino, tal vez, lo contrario. Parece, a veces, de hecho, un verdadero alegato por la lucha de la clase trabajadora, como cuando Tom Joad, en un momento dado, responde a cierto tipo que le acusa de ser un agitar afirmándose: Sí, soy un bolchevique. La miseria de la América profunda en la que bebe el libro contagia al autor en plenos años treinta. Era un libro necesario, aunque costase palos de todos los colores al escritor, la mayoría de ellos procedentes precisamente de ese Estado que retrata, muy alejado del glamour y los oropeles a los que nos tiene acostumbrados, como una tierra en la que las garras del gran capital fermentan en nuevo orden en el que el individuo es una partícula sin valor, y se trata a los braceros mucho peor que a los caballos de tiro.

Por último, ¿qué decir de Steinbeck? Estamos ante uno de esos raros maestros ante los que se siente esa especie de inconfesable envidia que a menudo produce la cercanía a la perfección. Escritor es aquel que, con los materiales que proporcionan las palabras, a la manera del mejor pintor con su paleta, plasma cada segundo de la historia fotografiándonos el plano. Otro precursor de la más genuina tradición cinematográfica. Cuando Ruthie o Winfield discuten, es un niño el que habla, y en ese momento, estamos en la atmósfera de un niño. El alma analítica de Steinbeck tiene la capacidad de transformarse: el enamoradizo, casi adolescente Al, cuando Al habla; el atribulado tío John, convertido casi en un inútil por el peso de sus culpas, cuando en él se centra el relato; la firme Madre y matriarca, verdadera columna y cabeza del grupo, cuando, a menudo, la historia descansa sobre ella. Y ésto, que tan fácil parece, sólo unos pocos elegidos tienen el don de lograr hacerlo verdad.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Chesil Beach: eso extraño y fortuito llamado amor

Título: Chesil Beach / Autor: Ian McEwan / Editorial: Anagrama / Año: 2012 / EV.: Recomendable

Desde el mismo día en que uno empieza a flirtear con la idea de escribir le gustaría parecerse a Ian McEwan. Parecerse, al menos, en la manera en la que disecciona los gestos y los sentimientos, trocea, pesa y mide las reacciones, fotografía los ademanes, y hasta dibuja con precisión exacta el calado de cada momento y la forma en que cada uno de los personajes centrales lo sintió. Así lo hace, al menos, en este libro, crónica de una relación en la que todo apunta a que el amor va a imponerse a cualquier otro impedimento, por evidente que éste pueda parecer, que de hecho nos va contagiando ese triunfo de lo auténtico, de la devoción que Florence y Edward acaban profesándose, y nos llena de ese aire puro de las cosas prístinas, que nacen, no aun contaminadas de ninguna clase de cansancio, en las que no habido tiempo para la decepción o el desamor. Por eso entristece aun más cuando alguna de esas cosas llega, en el momento y de la forma más inesperada.

Chesil Beach nos conduce a reflexionar sobre lo fortuito y misterioso del amor, a preguntarnos sobre el tejido mismo de sus hilos, y sobre lo banales que a veces son nuestras respuestas cuando se trata, precisamente, de aquellas personas a las que más amamos.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Ordeno y mando: divertimento de principiantes

Título: Ordeno y mando / Autor: Amélie Nothomb/ Editorial: Anagrama / Año: 2010. EV.: Prescindible


Novelita insustancial que no es, desde luego, la mejor tarjeta de presentación para adentrarse en la obra de Amélie Nothomb. Padece ese pseudoestilo tan desafortunadamente común en la literatura francófona, con vagas reminiscencias de Jean Echenoz, laxo, impreciso a drede, tan salteado de tópicos sin gracia, que la trama se salva del chaparrón a duras penas. Unos cuantos toques de humor más o menos airosos salvan el relato, inundado de vaguedades y trufado de cabos más o menos sueltos. Ensayo de divertimento, que se queda en fuego de artificio, olvidable a los diez minutos de finalizada su lectura.

domingo, 26 de agosto de 2012

Entre cielo y tierra: Islandia era esto

Título: Entre cielo y tierra / Autor: Jón Kalman Stefánsson / Editorial: Salamandra / Año: 2011 / EV.: Paladeable

Hay, sin duda, otra temperatura, incluso otro tempo, en esta narrativa nórdica que no para de colársenos por todas partes en la actualidad. Stefánsson logra aquí transportarnos a la recóndita Islandia de un siglo atrás, tierra extrema en la que el frío y el mar se turnan como permanentes amenazas en la durísima vida de los pescadores. Hay dos partes claramente diferenciables en este libro, manejadas también con distinta suerte por el autor. La primera consigue llevarnos en volandas en una barca de seis remos, apenas una tabla con forma de ataúd, un cascarón de nuez en medio de la tempestad, en medio de la que muere, románticamente, de frío, el joven Bárdur, por un olvido ligado a su amor por la poesía. Cosa curiosa donde las haya, pero que no quita verdad a la crónica, magistral, sobre la fragilidad de la vida de un hombre en un tiempo oscuro y en una tierra triste y desolada.

A partir de aquí, echado el peso del relato sobre los hombros del muchacho, personaje central que es, precisamente,  el único cuyo nombre no se menciona, la historia empieza a decaer, para entrar en una, por momentos deslavazada sucesión de pinceladas sobre las vidas e historias de una puñado de personajes en la pequeña población de Lugar. Historias que nos hablan de la caprichosa caducidad de las pasiones humanas, de la evanescencia de las ilusiones, de la ardua labor de hallar sentido a la existencia humana.

Sólo al final el relato vuelve a recuperar su buen pulso para concluir de forma digna, al calor de la “trinidad” de la Casa de Comidas de Geirprudur. Un libro cargado hasta las trancas de lirismo, poesía rociada a espuertas para hacernos entrar en calor y aislarnos del frío que parece entrar por las ventanas mientras leemos, y de lejos llega el restallar casi sordo de las olas en el fiordo, al sur de un país tan al norte del norte, que a duras penas existe.

sábado, 4 de agosto de 2012

La librería ambulante: no era tan difícil ser feliz

Título: La librería ambulante / Autor: Christopher Morley / Editorial: Periférica / Año: 2012. EV.: Recomendable

Por fortuna, la vida nos da, de vez en cuando, sorpresas como la que sostiene el argumento de “La librería ambulante”, porque, si no, ¿qué cosa más triste sería la vida, no? La señorita Helen McGill, que se había hecho ya a su sufrida vida de solterona al servicio de su hermano, literato rural, coge, de repente, sorprendiéndose a si misma, carretera y manta para lanzarse a la aventura, nada menos que con un desconocido, una especie de quijote errante, que lleva por rocín una librería en el interior de un carromato, exiguo espacio en constante movimiento en el que, en esencia, se desarrolla esta breve y magnética novelita. En ella se pone sobre el mantel una de esas disyuntivas que, alguna vez, todos hemos tenido, o soñado tener: la de elegir entre los almidones de una vida previsible y resguardada, o la de quemar los barcos para vivir, aun a costa de perder esa vida remansada, porque, como asegura Chris Stevens en “Doctor en Alaska”, de vez en cuando todos necesitamos hacer algo prohibido, para recordar que seguimos vivos. Pese a estar escrito con una especie de dulzona estética tardo-romántica, este librito de un gran Christopher Morley que hay, sin duda, que desempolvar, nos ayuda, sin mayores pretensiones, a reconciliarnos con la vida, que buena falta nos hace.

miércoles, 1 de agosto de 2012

En El Barco de Ávila, bajo la luna de los vetones

Tras recoger las ganancias de la generosa Sierra de Gredos, el Tormes llega caudaloso a la altura de El Barco, incluso en el mes de julio. Desde la ventana del hotel puedo oír su rumor mientras desciende en busca de continuar su aventura salmantina. El río pasa casi relamiendo el promontorio sobre el que se asienta un castillo tan bien plantado que parece quedarle grande el pequeño pueblo, cobijado casi a las faldas del cerro, al abrigo de los vientos de la llanura.




 La tormenta de verano que durante toda la tarde ha bailado alrededor de las cumbres se aleja después de descargar el agua a cántaros, y lejos, bajando las azuladas cumbres que se perfilan al fondo, con las últimas luces de la tarde, se desliza un lento alud de nubes por la ladera lejana. Pienso en cómo sería este lugar hace 2.500 años, cuando sólo un pequeño poblado de vetones habitaba en lo más alto del montículo, un lugar elevado, donde avistar la llegada de cualquier amenanaza, y cerca del río, que después de todo era la vida. Pienso en la pequeñez del tiempo, medido a escala de la vieja tierra o de la luna, a la que los vetones adoraban en noches como esta. El río Tormes era el mismo, el elemento del paisaje que menos ha cambiado. ¿Le darían un nombre aquellos rudos hombres y mujeres? ¿Qué era para ellos el mundo? ¿Qué sentían en las noches frías cuando el agua tamborileaba sin cesar sobre los techos tamizados de ramas de sus casuchas de piedra, sólo protegidos de la negrura inmensa por las paredes del castro?




El Barco conserva aún mucho de lugar de paso, tal vez porque lo fue durante largo tiempo. Por sus parajes transitaban, hacia el cercano norte de Extremadura, los ganados trashumantes de la Mesta, en busca de coronar el cercano puerto de Tornavacas. No es difícil imaginar a los curtidos pastores, con sus largas varas castellanas, reconduciendo el ganado que tantas veces debió pasar por el estrecho camino del puente románico, sobre el Tormes, en busca de los pastos del sur. El puente llama la atención por los altos y macizos muros, que no permiten el solaz de la contemplación de la bajada de las aguas, mostrando su pragmático carácter de obra hecha para servir y durar.



Es agradable trepar hasta los suaves prados aledaños al castillo para despedir la tarde, con un sol que se desmadeja entre nubes amenazantes. El castillo conserva una elegancia sobria, que trataron de adecentar los señores de Valdecorneja, haciendo de su interior un lugar habitable. Trato de imaginar también las lejanas noches, mejor resguardadas a las inclemencias del cielo que las de los ancestros vetones, en las que las habitaciones de las damas se reservaron mirando a la muralla que lindaba a la ladera castellana, y al otro lado del castillo, las de los caballeros, como en una ordenada y casta sociedad palaciega, en la que, sin embargo, debía haber también un estrecho resquicio para las pasiones. Un grupo de jóvenes se sienta sobre los escalones, o en la lisa hierba circundante. ¿Quién recuerda ya los nombres de aquellas damas y señores, quienes eran, donde yacen, donde amaron y vieron sus ojos la última luz?



Cuando la noche se cierra completamente, entre desapacibles ráfagas de viento y recios goterones, vuelvo a la mullida cama del hotel, al silencioso y confortable cuarto desde el que se alcanza el ahora solitario castillo, la rumorosa bajada del río, y es como si volvieran a sonar, de lejos, los ininteligibles cantos de los viejos vetones, bailando junto a la hoguera del castro; el rasgueo de rabeles de los pastores, apretando el paso tras el ganado hacia Tornavacas, o el sofocado correr de dos engalanadas sombras, hombre y mujer, por el corredor apenas iluminado con palmatorias que arrojan su danzante luz amarilla, encandilado el corazón de ella bajo las apreturas del brial, mientras se apresuran para no ser echados de menos en el baile, que ha comenzado hace un momento abajo, en el patio de armas, en otra remota noche de julio, como esta.

martes, 24 de julio de 2012

Delhi no está lejos: la India que se ve desde una pequeña habitación

Título: Delhi no está lejos / Autor: Ruskin Bond / Editorial: Automática / Año: 2012 /
EV.: Recomendable

Ruskin Bond no merece, desde luego, seguir siendo el casi perfecto desconocido que en estos momentos es, al menos en nuestro país. Delhi no está lejos es un libro que, con un sencillo instrumental, nos pasea, como en una especie de alfombra voladora, por esa pobreza tan digna de Pipalnagar, una ciudad que acaba evocándonos olores sutiles, sonidos de noches que acaso aun tintinean en nuestro recuerdo. Deslumbra la novela por la plasmación de esa India de los sesenta, que también podría ser la de hoy, donde, en mínimos y monacales habitáculos, miles de existencias solitarias pululan en busca de sus pequeños sueños, que casi siempre se quedan en eso, y donde nos sorprende lo poco que en realidad un hombre puede necesitar para vivir, pero cuanto necesitamos, a menudo, para ser felices.

sábado, 23 de junio de 2012

Viaje al Pirineo de Lérida: correoso trasiego montañoso

Título: Viaje al Pirineo de Lérida / Autor: Camilo José Cela / Editorial: Destino / Año: 2010
EV: Prescindible

Después de disfrutar con el vagabundeo de Viaje a la Alcalarria y Del Miño al Bidasoa, reconozco que había supuesto, tal vez de forma en exceso generosa, que en esta nueva aventura, el bueno de don Camilo iba a seguir hilando fino en ese arte de embelesar a un caminante que trata de viajar desde el sillón, con un disfrute parecido al de aquel que en realidad lo hace, gracias al arte de éste para trasladarnos a un sendero a menudo poblado con personajes extremos, unas veces pataleados por la vida, otras embadurnados de la propia desidia de la existencia, otras con un torrente de pasado que contar.

Y no es que en este nuevo libro el estilo de Cela haya cambiado. Sigue fiel a sus buenas maneras, a su carácter de analista, con ese deje de artista, de memorioso coleccionista de naturalezas, pero la cosa no parece acabar de funcionar aquí. Estamos, desde luego, ante un paisaje muy distinto al de la llanada castellana, o al del soberbio litoral cantábrico, y no hablo de belleza, que pueda ser la misma o más, a su manera. Cela quizá no digiere bien un Pirineo abigarrado, tamizado de pequeños valles, imbricados como neuronas en nuestra masa gris. El resultado es, a menudo, una retahila de nombres, sin casi mayor aderezo que algún tropezón toponímico, abundantes alusiones gastronómicas y, por qué no, también algún que otro pasaje escatológico si se tercia.

Lo cierto es que termina por ser indigesto este atracón de nombres de lugares que a uno le resulta imposible retener, por su volátil paso, y carencia, a menudo, de mayor sustancia que su pura referencia. Y es que los buenos libros de viajes son como tantas otras cosas en la vida, no se escriben cuando se quiere, sino cuando se puede.

domingo, 17 de junio de 2012

La senda del perdedor: Bukowski en estado puro

Título: La senda del perdedor / Autor: Charles Bukowski / Editorial: Anagrama / Año: 2011. EV.: Recomendable.

El alcance de Charles Bukowski está muy ligado a la sensibilidad y al estómago que uno tenga. El libro que tenemos entre manos no es ninguna excepción en la trayectoria de este hombre que parece haberse equivocado de mundo al nacer. Toda su negra visión de la existencia se destila en su alter ego, Henry Chinaski, verdadera apología del verdadero y auténtico looser. Porque Chinaski es uno de esos seres absurdos que parece no haber sido parido, sino defecado, en un mundo que, a sus ojos, no es más que un estercolero en el que él se niega a bracear. El sistema no se lleva bien con Chinaski y Chinaski se niega a entrar en la rueda dentada del sistema, que le muerde a las primeras de cambio. Es un perdedor vocacional, un vago supino, un engendro por error que le da esquinazo a la vida por la vía etílica y con el único consuelo de escribir.

Chinaski-Bokowski nos muestra en este libro que es un maestro en esto se hablar de si mismo. Consigue arrancar algún que otro bostezo cuando se columpia más de la cuenta en sus descripciones de partidos de béisbol, que debieron ser memorables en su adolescencia, pero que dan por momentos un aire de mediocridad a la novela que luego consigue despejar con esas buenas artes de las que tan bien surtido se encuentra.

Un libro soez, insultante, contundente, que habla de una América feroz e implacable, que fue real y probablemente aun lo siga siendo.

Traduciendo el cielo: la joya de un maestro

Título: Traduciendo el cielo / Autor: John Crowley / Editorial: Minotauro / Año: 2003 /
EV.: Memorable.

Hay algo que engrandece a los amores que crecen bajo el paraguas de momentos excepcionales. Algo así le ocurre a la atípica historia de afinidad que surge entre la joven Christa Malone y el poeta ruso en el exilio, Innokenti Falin. John Crowley hace aquí verdaderas filigranas para curtir una novela llena de verismo. Sorprende su obsesión fotográfica por las situaciones, los detalles, pero también su mano derecha a la hora de contar sólo lo necesario para mantener oculto lo indecible, ese pasado de Christa que va entregando en pizcas, sin que un misterio que no mengua termine nunca de desaparecer.

Uno parece haber dormido y habitado en uno de aquellos sórdidos hoteles de la URSS de los años de plomo, incluso haber respirado el vaho de la propia respiración en una mañana de frío cortante en una ciudad plomiza y sin luz. Pero, sobre todo, de las páginas de Traduciendo el cielo salta el miedo, el pánico latente, a veces, de la Guerra Fría, que aterrorizaba al mundo, caía sobre cada uno como un polvo invisible, como una sirena silente, pero cuyo vociferante rugido se esperaba y temía, día y noche, como la señal inequívoca de que todo había terminado.


A manera de presentación

Soy de los que piensan que la única manera de sobrevivir a la realidad es evadirse de ella. Incluso en una profesión como la que desempeño, el periodismo, la cotidianeidad termina por ser tan abrasiva que necesita de los libros, como ese ungüento misterioso que todo lo cura, o la hace, al menos, compatible con la vida.

Este blog no nace con otro propósito que el de compartir, precisamente, lo que vivo y he vivido a través de los libros. Del ser humano se ha afirmado que es, ante todo, el animal sociable por excelencia. Y en efecto, cualquier cosa que se viva parece tener menos sentido, si no se pone en común con alguien más. Si además sirve o aporta algo a aquel que comparta con quien esto escribe la pasión por leer, miel sobre hojuelas.

El carácter literario de esta bitácora se extiende también a lo creativo y a lo geográfico. Dado que escribir es la otra gran pasión que alienta mis días, sirva también de cauce para los alardes que me sirvo aquí poner sobre la palestra, para común conocimiento y crítica del respetable.

Como guía para el neófito en la visita de este sitio, una más que sucinta aclaración sobre la personal escala de valoración que me tomo la libertad de aplicar a cada obra. Se establecen, en síntesis, cinco evaluaciones, que oscilan entre el Lamentable, viran al Prescindible, racalan en el Paladeable, emergen al Recomendable y se elevan hasta el Memorable, sin que parezca necesario hacer mayores aclaraciones sobre el tenor de cada una de ellas.