sábado, 23 de junio de 2012

Viaje al Pirineo de Lérida: correoso trasiego montañoso

Título: Viaje al Pirineo de Lérida / Autor: Camilo José Cela / Editorial: Destino / Año: 2010
EV: Prescindible

Después de disfrutar con el vagabundeo de Viaje a la Alcalarria y Del Miño al Bidasoa, reconozco que había supuesto, tal vez de forma en exceso generosa, que en esta nueva aventura, el bueno de don Camilo iba a seguir hilando fino en ese arte de embelesar a un caminante que trata de viajar desde el sillón, con un disfrute parecido al de aquel que en realidad lo hace, gracias al arte de éste para trasladarnos a un sendero a menudo poblado con personajes extremos, unas veces pataleados por la vida, otras embadurnados de la propia desidia de la existencia, otras con un torrente de pasado que contar.

Y no es que en este nuevo libro el estilo de Cela haya cambiado. Sigue fiel a sus buenas maneras, a su carácter de analista, con ese deje de artista, de memorioso coleccionista de naturalezas, pero la cosa no parece acabar de funcionar aquí. Estamos, desde luego, ante un paisaje muy distinto al de la llanada castellana, o al del soberbio litoral cantábrico, y no hablo de belleza, que pueda ser la misma o más, a su manera. Cela quizá no digiere bien un Pirineo abigarrado, tamizado de pequeños valles, imbricados como neuronas en nuestra masa gris. El resultado es, a menudo, una retahila de nombres, sin casi mayor aderezo que algún tropezón toponímico, abundantes alusiones gastronómicas y, por qué no, también algún que otro pasaje escatológico si se tercia.

Lo cierto es que termina por ser indigesto este atracón de nombres de lugares que a uno le resulta imposible retener, por su volátil paso, y carencia, a menudo, de mayor sustancia que su pura referencia. Y es que los buenos libros de viajes son como tantas otras cosas en la vida, no se escriben cuando se quiere, sino cuando se puede.

domingo, 17 de junio de 2012

La senda del perdedor: Bukowski en estado puro

Título: La senda del perdedor / Autor: Charles Bukowski / Editorial: Anagrama / Año: 2011. EV.: Recomendable.

El alcance de Charles Bukowski está muy ligado a la sensibilidad y al estómago que uno tenga. El libro que tenemos entre manos no es ninguna excepción en la trayectoria de este hombre que parece haberse equivocado de mundo al nacer. Toda su negra visión de la existencia se destila en su alter ego, Henry Chinaski, verdadera apología del verdadero y auténtico looser. Porque Chinaski es uno de esos seres absurdos que parece no haber sido parido, sino defecado, en un mundo que, a sus ojos, no es más que un estercolero en el que él se niega a bracear. El sistema no se lleva bien con Chinaski y Chinaski se niega a entrar en la rueda dentada del sistema, que le muerde a las primeras de cambio. Es un perdedor vocacional, un vago supino, un engendro por error que le da esquinazo a la vida por la vía etílica y con el único consuelo de escribir.

Chinaski-Bokowski nos muestra en este libro que es un maestro en esto se hablar de si mismo. Consigue arrancar algún que otro bostezo cuando se columpia más de la cuenta en sus descripciones de partidos de béisbol, que debieron ser memorables en su adolescencia, pero que dan por momentos un aire de mediocridad a la novela que luego consigue despejar con esas buenas artes de las que tan bien surtido se encuentra.

Un libro soez, insultante, contundente, que habla de una América feroz e implacable, que fue real y probablemente aun lo siga siendo.

Traduciendo el cielo: la joya de un maestro

Título: Traduciendo el cielo / Autor: John Crowley / Editorial: Minotauro / Año: 2003 /
EV.: Memorable.

Hay algo que engrandece a los amores que crecen bajo el paraguas de momentos excepcionales. Algo así le ocurre a la atípica historia de afinidad que surge entre la joven Christa Malone y el poeta ruso en el exilio, Innokenti Falin. John Crowley hace aquí verdaderas filigranas para curtir una novela llena de verismo. Sorprende su obsesión fotográfica por las situaciones, los detalles, pero también su mano derecha a la hora de contar sólo lo necesario para mantener oculto lo indecible, ese pasado de Christa que va entregando en pizcas, sin que un misterio que no mengua termine nunca de desaparecer.

Uno parece haber dormido y habitado en uno de aquellos sórdidos hoteles de la URSS de los años de plomo, incluso haber respirado el vaho de la propia respiración en una mañana de frío cortante en una ciudad plomiza y sin luz. Pero, sobre todo, de las páginas de Traduciendo el cielo salta el miedo, el pánico latente, a veces, de la Guerra Fría, que aterrorizaba al mundo, caía sobre cada uno como un polvo invisible, como una sirena silente, pero cuyo vociferante rugido se esperaba y temía, día y noche, como la señal inequívoca de que todo había terminado.


A manera de presentación

Soy de los que piensan que la única manera de sobrevivir a la realidad es evadirse de ella. Incluso en una profesión como la que desempeño, el periodismo, la cotidianeidad termina por ser tan abrasiva que necesita de los libros, como ese ungüento misterioso que todo lo cura, o la hace, al menos, compatible con la vida.

Este blog no nace con otro propósito que el de compartir, precisamente, lo que vivo y he vivido a través de los libros. Del ser humano se ha afirmado que es, ante todo, el animal sociable por excelencia. Y en efecto, cualquier cosa que se viva parece tener menos sentido, si no se pone en común con alguien más. Si además sirve o aporta algo a aquel que comparta con quien esto escribe la pasión por leer, miel sobre hojuelas.

El carácter literario de esta bitácora se extiende también a lo creativo y a lo geográfico. Dado que escribir es la otra gran pasión que alienta mis días, sirva también de cauce para los alardes que me sirvo aquí poner sobre la palestra, para común conocimiento y crítica del respetable.

Como guía para el neófito en la visita de este sitio, una más que sucinta aclaración sobre la personal escala de valoración que me tomo la libertad de aplicar a cada obra. Se establecen, en síntesis, cinco evaluaciones, que oscilan entre el Lamentable, viran al Prescindible, racalan en el Paladeable, emergen al Recomendable y se elevan hasta el Memorable, sin que parezca necesario hacer mayores aclaraciones sobre el tenor de cada una de ellas.